*De la mano de Valeria Mas, buza profesional y una reconocida fotógrafa subacuática, nos sumergimos en las aguas de la Laguna de Alchichica, en los límites entre Puebla y Veracruz, un mundo sorprendente con barrancas, algas, sedimentos y con uno de sus habitantes estrellas, los ajolotes
Édgar Ávila Pérez
Alchichica, Pue.- Sumergirse en sus aguas frías es adentrarse a otra dimensión. Aquel mundo oscuro y silencioso remite a la idea de otros mundos distantes que sobrecogen y mantienen el alma en suspenso.
Adentrarse a las aguas de la Laguna de Alchichica con los ojos de Valeria Mas, buza profesional y una reconocida fotógrafa subacuática, es viajar a un mundo sorprendente, uno donde las barrancas del abismo se cubren de algas y el sedimento forma una especie de neblina blanca.
En la superficie, los trombolítos -protuberancias esponjosas de más de dos mil 800 años de antigüedad- asemejan a los paisajes de la luna, pero bajar a las profundidades de la emblemática laguna. Es -dice- como bucear en otra dimensión.
“Un fondo oscuro, silencioso y ese es el gran encanto que tiene la laguna, es como si nos metiéramos a bucear a otro planeta”, describe la mujer que recorre las profundidades de los mares mexicanos desde hace 32 años retratando mundos subacuáticos.
En las costas mexicanas los arrecifes presentan colorido de miles de peces y plantas, un deleite visual bajo los reflejos de la luz y el sonido de las corrientes marinas surcando las aguas; adentrarse al cuerpo de agua poblano es lo opuesto, uno de quietud inquietante.
Un buceo frío para los parámetros tropicales mexicanos. Entre 16 y 19 grados, con una altitud mayor que implica grandes habilidades de buceo, un experiencia consolidada y nervios de acero.
Una barranca que lleva al fondo de sus entrañas, una barranca con sus estromatolitos, cubiertos de algas verdes. Un universo donde el sedimento se levanta y forma una especie de neblina.
“Una neblina blanca que se va disipando cuando vas bajando y es una sensación de entrar a un submundo, a paisajes del inframundo y de los antiguos habitantes de estas tierras”, relata Valeria, quien pasa su vida sumergiéndose por aguas del Golfo de México, Mar Caribe, el Pacífico mexicano y el Mar de Cortés.
No hay vida tan visible como en el mar, solo de vez en cuando algunos peces asustados, hasta que se llega a las profundidades y aparecen esos seres mitológicos llamados ajolotes, una especie tan enigmática, única y mágica.
“Bucear en la Laguna de Alchichica tiene un nivel de reto muy grande para un buceador, no es como bucear en el Caribe o cualquier otra parte de los múltiples lugares”, alerta la buza técnica con certificación para poder bajar a mayores profundidades e instructora de buceo recreativo.
Bucear a una altitud mayor es mucho más riesgoso que a nivel del mar, es necesario hacer un cálculo, adecuar las tablas de buceo, ajustar la computadora con mediciones adecuadas a la altitud e incluso analizar la flotabilidad.
“Poca visibilidad, aquí la visibilidad es de unos pocos metros y eso hace que el buceo se tiene que planear de manera que haya contacto visual con compañero para no perderlo”, afirma.
Mas ha recorrido el Sistema Arrecifal Veracruzano, Mar de Cortés y Cabo Pulmo en Baja California Sur, así como el Archipiélago de Revillagigedo en Colima, el Parque Nacional Arrecife Alacranes en Yucatán, e incluso Zihuatanejo en Guerrero.
Pero bucear en la Laguna de Alchichica – describe- es como embalsamarse por una magia especial.